De vivir en la calle a Profesor
La victoriosa trayectoria de quien encontró en la escuela de la LBV una segunda familia.
Leila Marco
16/09/2016 | Viernes | 15:13 horas | Actualizado el 22/09 a las 16:08 horas
Este tema empieza con un hecho curioso: el entrevistado y yo lloramos, durante el relato de la historia de su vida y de su familia. No fueron lágrimas amargas, sino de orgullo, al conversar sobre la trayectoria de alguien que, aparentemente, tenía motivos para devolver a la sociedad la violencia que recibiera en la infancia, pero que, en vez de eso, superó la situación en que se encontraba y se convirtió más que en un buen profesor, en una persona cuyas orientaciones en la vida son el Amor al prójimo y el Bien.
Ese personaje es William Souza Lobo, de 33 años, graduado en Educación Física, con especialización universitaria en entrenamiento específico y funcional, que actúa como instructor de karate en el Complejo Educativo Buena Voluntad, en la ciudad de São Paulo, Brasil. En una emocionante conversación, él se refirió, con profundo amor, a la profesión, a sus alumnos y a la experiencia familiar.
“Yo vivía en la calle. Una vez, pasé frente a la LBV [Legión de la Buena Voluntad] y le dije a mi madre: ‘¡Dios mío, qué lugar grande! ¡Qué bueno sería estar allí!’”. Fue así que William inició su narración. A continuación, vinieron nuevas revelaciones no menos conmovedoras, mediante las cuales contó de qué modo él, la madre, doña Noemia Souza Lobo, y los tres hermanos más jóvenes superaron las dificultades de las calles y se convirtieron en ciudadanos plenos y profesionales exitosos, con formación universitaria. “Todos nosotros fuimos amparados por la LBV. Yo tuve todo en la escuela, desde el baño, la alimentación, la ropa... La Legión de la Buena Voluntad fue madre, segunda madre, padre, tío; ¡fue todo! Hasta el hecho de que hoy yo sea profesor es gracias a la Institución. ¡Es increíble! ¡Salió [todo] bien!”, rememoró.
En esa etapa, la familia pasó dos años viviendo debajo del Viaduto do Chá, en São Paulo; luego, algunos años más residieron de favor en casas de amigos y de parientes, antes de conseguir un hogar. “[Ese período] fue complicado, muy difícil. Recibíamos golpes todos los días en la calle, de muchachos mayores y de hombres adultos. Cuando tenía 9 años, me dieron una bofetada en la cara porque quité una galleta en una confitería. Mi hermano y yo también dimos golpes, para defendernos”, lamentó.
AMOR Y PACIENCIA
Cómo los integrantes de esa familia lograron vencer tantos obstáculos fue una pregunta parcialmente respondida. Para William, el éxito de su avance está en el proceso pedagógico de la LBV. “Es muy grande el empeño de los educadores, y se estudia mucho. El niño que viene de otra escuela, acá siente la diferencia en la forma de trabajar cada etapa. La manera de tratar al estudiante es más amplia, [pues] abraza al niño y a su familia”, resaltó. Para ejemplificar, aludió a su propio caso. “Como vivía en la calle, hubo una época en que no tenía ropa. La que usaba el viernes era la misma del sábado y del domingo. Yo solo me cambiaba aquí, en la LBV, el lunes. (...) Al llegar a la escuela, me llevaban hasta el baño para bañarme. Yo me ponía el uniforme, desayunaba e iba a estudiar”.
Él también destacó la paciencia de los educadores en oír al alumno para descubrir sus dificultades y ayudarlo. “Yo nunca me voy a olvidar de los profesores, en especial de Adriana, de Marcelo y de Sandra. El profesor Marcelo me sentaba en las primeras sillas del aula y decía: ‘Cualquier duda [que tengas,] solo tienes que mirarme’, porque yo no lograba tener un buen rendimiento. Cuando no entendía algo, miraba, y él decía: ‘¿Quieres oír esa parte de nuevo?’. Ahí, se sentaba conmigo y me explicaba todo nuevamente”.
Otro aspecto que diferencia la enseñanza en las unidades de la LBV, según el instructor de karate, es el concepto de educación integral. “Ese sistema lleva al estudiante a evolucionar todo el tiempo. Yo tenía dificultades, pero lo que no conseguía hacer o entender por la mañana, lo completaba por la tarde, ocasión para estudiar y comprender [los contenidos], lo que me resultaba más fácil. En realidad, si pararnos a pensar, no estaba más tranquilo; fui yo que logré mejorar pedagógicamente”, comentó.
“En la LBV, el niño está seguro y protegido de violencias, del frío y del hambre. Para mí, esa protección, ese amparo, en resumen, todo eso es Amor. Proteger al niño es fundamental, y la Institución lo hace y mucho.”
Al escuchar hablar a William, se percibe que todo lo que recibió de la escuela lo fortaleció y lo hizo una persona más solidaria. “A veces, estoy en casa y pienso en ellos [los alumnos]. Yo tengo a mi hija, pero ellos están en mi pensamiento; son como mis hijos. (...) En la LBV, el niño está seguro y protegido de violencias, del frío y del hambre. Para mí, esa protección, ese amparo, en resumen, todo eso es Amor. Proteger al niño es fundamental, y la Institución lo hace y mucho. Yo creo que fui protegido por la escuela, cuidado y abrigado”, declaró.
El educador finalizó el testimonio agradeciendo al Director Presidente de la Entidad. “Dios y Paiva Netto nos ampararon. Nunca estamos solos; tenemos a Dios, la fuerza reinante del Universo. Creo que el Creador se manifestó en él. (...) Hay personas que oyen a Dios en este mundo, y yo pienso que Paiva Netto oye a Dios. La LBV es fruto de esto”, concluyó.