Migración y oportunidad: historias de mujeres que enfrentaron nuevas realidades culturales
Janine Martins
13/04/2016 | Miércoles | 13:33 horas | Actualizado el 13/10 a las 13:26 horas
Según una investigación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), divulgada en 2014, aproximadamente 28,5 millones de latinoamericanos y caribeños viven fuera del país de origen. También de acuerdo con el informe, en ese grupo creció la presencia femenina. Otros estudios muestran que, a partir de la década de 1980, hubo un significativo cambio en el perfil de la migración, porque no solo mujeres casadas pasaron a desplazarse, con su familia, de una región a otra, sino también mujeres solteras y jóvenes empezaron a buscar mejores condiciones de vida y de trabajo.
En ese contexto, muchas de ellas terminan por asumir solas los gastos del hogar, con la necesidad de vencer situaciones financieras muy difíciles. Para ayudar a esas trabajadoras, principalmente en el proceso de adaptación educativo y cultural, la Legión de la Buena Voluntad (LBV) ofrece oportunidades para que vivan mejor en un país diferente al de sus orígenes.
Mirar hacia el futuro
En 2005, a los 15 años, Soledad Encinas salió de La Paz, Bolivia, para encontrarse con su madre, que vivía hacía ocho años en Buenos Aires, Argentina. A pesar de que estos dos países tienen el español como idioma oficial, la adaptación a la nueva patria fue un desafío para ella. “Yo no estaba cómoda, no me sentía bien, porque las personas eran diferentes. La comida, la cultura, todo [era] diferente”.
Pocos años después, Soledad construía una familia, y se sumaron a las dificultades culturales las de la maternidad. Madre de cinco niños y con serios problemas financieros, vio que su trayectoria mejorar cuando encontró la Escuela Infantil Jesús, de la LBV de Argentina. Además de proporcionar una enseñanza de calidad, la Institución se convirtió en su puerto seguro en los días más críticos. “A veces, [yo] no tenía comida, y la LBV me ayudaba”, afirmó.
Más tranquila, empezó a participar en programas sociales de la Entidad, en los que consiguió el respeto y el cariño que tanto deseaba. “Nos reunimos con otras madres, contamos nuestros casos y cómo nos sentimos en ese momento. Fue así que me sentí cómoda por primera vez. Desde que llegué [a este país], nunca había tenido un amigo y, en la LBV, yo me sentí mejor, acompañada”, relató.
A los 25 años, Soledad experimenta la posibilidad de crecimiento profesional. El hecho de haber concluido recientemente el curso de Atención al Cliente, ofrecido por la LBV en el programa Educación en Acción, hizo que empezara a encarar la propia existencia de una forma más positiva. “Ahora, tengo otro semblante, porque, antes, yo tenía una mirada cabizbaja y, ahora, miro hacia el futuro”, dijo. Sobre la atención que recibe de la Escuela Infantil Jesús, ella destacó: “Es buena, porque no es solo para los niños, sino para toda la familia. Es un alivio saber que los hijos están en buenas manos”.
De alumna a profesora
Hija de un sastre y de una costurera y la mayor de cuatro hermanos, Melvi Janete Callizaya Conde nació en La Paz, Bolivia. En abril de 1998, la familia —en esa época constituida por Melvi, su hermana y sus padres— desembarcó en Brasil y fijó su residencia en la ciudad de São Paulo. Alfabetizada en su tierra natal, Melvi se mudó con 7 años al país, donde sus dos hermanos nacieron. La niña estudió por un breve período en algunos colegios en la capital paulista e ingresó, poco tiempo después, en el Complejo Educativo Buena Voluntad. “En otras escuelas donde estudié antes de venir a la LBV, yo sentía la diferencia por ser extranjera; en la Institución, no”, resaltó.
Uno de los fundamentos de la propuesta pedagógica de la Institución es trabajar la individualidad del estudiante, lo que fue fundamental para la joven, que allá cursó las enseñanzas primaria y secundaria en la referida escuela. “Los profesores que yo tuve hicieron la diferencia, porque percibían nuestra dificultad; entonces, tenían más paciencia”, mencionó. Ella también vio en sus antiguos educadores inspiración para seguir una carrera. Actualmente graduada en Matemática e iniciando el estudio universitario en Letras, con especialización en Español, ya da clases y se da cuenta cómo la formación que tuvo se refleja positivamente en su trabajo. “Puedo hacer la diferencia; nosotros percibimos el resultado en los alumnos, [si] una es querida o no, si las clases están funcionando o no”.
La elección de invertir en una profesión en el área de educación no fue muy aceptada al inicio por la familia de Melvi, pero hoy los padres se enorgullecen del resultado. “Cuando mi padre dijo ‘Mi hija es profesora’, yo me sentí totalmente realizada, además del reconocimiento de mis alumnos”, confesó. Estudiosa, Melvi, a los 24 años proyecta vuelos más altos. “Mi sueño es dar clases en la enseñanza superior”.
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