Reescribiendo el destino
Las mujeres encuentran en la LBV un camino para el empoderamiento femenino.
Leila Marco
10/05/2016 | Martes | 10:26 horas | Actualizado el 13/10 a las 15:32 horas
El relato de Oderlânia Leite Galdino, de 37 años, refleja el de innumerables mujeres del Nordeste brasileño y ejemplifica bien la importancia de despertar la potencialidad femenina. Ni la experiencia del hambre, ni las angustias provocadas por la miseria más profunda borraron de su corazón la esperanza de días mejores. “Nací en medio de un escenario de belleza incomparable; fue en lo alto de la Serra de Martins, en Rio Grande del Norte. Recuerdo mi deseo, cuando niña, de alzar altos y bellos vuelos, tan altos, mucho más altos que la sierra donde yo vivía, que me hicieran olvidar y superar las dificultades por las que pasaba”, relata.
En 1985, cuando tenía solo 7 años de edad, el padre falleció. La madre tuvo que duplicarse y realizar diversas actividades con el fin de obtener el sustento de la familia. “Yo la vi trabajar como dos personas para alimentar a ocho hijos”, recuerda. A pesar del esfuerzo materno, esa etapa fue muy difícil, conforme ella cuenta: “Me dolía profundamente cuando en casa no teníamos qué comer. Yo bebía agua o comía harina de yuca para intentar matar el hambre y conseguir dormir. Mis hermanos y yo llegamos a pedir limosnas de casa en casa para sobrevivir. Siempre recuerdo el sabor de aquel primer yogurt que tomé después de haberlo encontrado en la basura; fue perfecto. El vertedero era, para mí, un punto de apoyo, donde buscaba el alimento para mantenerme en pie junto a mi familia”.
A los 16 años, ya en la capital de Rio Grande del Norte, nuevas perspectivas surgieron en su vida. Meses después, empezó como voluntaria en la Legión de la Buena Voluntad (LBV). “Mi historia con la LBV es de transformación. La Institución entró en mi vida como una luz, donde yo no imaginaba que existía claridad. Me identifiqué con esta Casa desde el primer momento en que entré en ella”, revela.
La pasión “por el cuidado, por el empeño, por la atención que la LBV tiene con todos los atendidos” la modificó de manera profunda, a punto de que aquella joven extremadamente tímida, que no le gustaba hablar con nadie, era dejada de lado. “Mis miedos parecían ser mayores que yo. Pero, poco a poco, me fui desarrollando en la misión que Dios había preparado para mí”, resalta.
En 1996, surgió la oportunidad de trabajar contratada en la unidad de atención de la Institución. Siempre muy dedicada, desempeñó diversas funciones, hasta que fue invitada a ser gestora del Centro Comunitario de Asistencia Social de la LBV. “Ese día, me quedé sorprendida y al mismo tiempo feliz. Acepté y, hasta los días actuales, busco desarrollar un excelente trabajo, para, así, contribuir en la construcción de un mundo mejor y en el empoderamiento de cada uno de los atendidos por la Institución. Hoy, soy graduada en Servicio Social y postgraduada en Sostenibilidad y Elaboración de Proyectos Sociales. (...) Me siento realizada y vencedora, gracias a la LBV y a su Director Presidente, José de Paiva Netto, que es un ser humano iluminado y bendecido por Dios”, afirmó.
“Mi historia con la LBV es de transformación. La Institución entró en mi vida como una luz, donde yo no imaginaba que existía claridad. Ella fue y es un acontecimiento transformador en mi vida para la superación de las dificultades que pasé.”